Estoy participando en la lectura conjunta de El cuento de Dione que organiza La Reina Lectora, os dejo aquí su reseña del libro.
Y aquí mi participación en forma de relato/descripción, junto con la foto de mi querida nave:
Hace meses que salimos desde nuestro punto de origen, un planeta árido y cruel, que nos sirve como punto de aprovisionamiento desde hace años. Nuestro destino es un raro planeta que apareció repentinamente, nadie sabe como ni porqué. Las distancias no parecen tener sentido, lo que deberíamos haber recorrido en dos meses lo recorremos en cuatro, pero es seguro que avanzamos, aunque lentos y con cada vez más miedo y confusión.
Y aquí mi participación en forma de relato/descripción, junto con la foto de mi querida nave:
Hace meses que salimos desde nuestro punto de origen, un planeta árido y cruel, que nos sirve como punto de aprovisionamiento desde hace años. Nuestro destino es un raro planeta que apareció repentinamente, nadie sabe como ni porqué. Las distancias no parecen tener sentido, lo que deberíamos haber recorrido en dos meses lo recorremos en cuatro, pero es seguro que avanzamos, aunque lentos y con cada vez más miedo y confusión.
Por suerte, nuestra nave Mimikyu es algo excepcional, la construcción de una nave siempre es un proceso largo y complejo pero esta nave triplicó todos los esfuerzos de múltiples especies que se unieron para crear la nave más rápida y estable que se conoce.
Es una nave difícil de manejar que requiere a los mejores pilotos ante sus mandos. Por suerte, yo soy una de las mejores. Con Mimikyu sientes el espacio por tus venas, es como un buen deportivo, notas casi cada capa de atmósfera cada vez que llegamos a un nuevo planeta, gracias a eso y a unos sensores carísimos se lo que la nave pide a cada momento, nunca ha habido ni un amago de accidente con este trasto.
Aunque desde que iniciamos este viaje la IA de la nave se ha estado comportando de manera extraña, olvida cosas o desvía las conversaciones, no estoy segura de que una IA pueda realmente olvidar o si tiene algún motivo oculto para ello.
El ordenador de a bordo marca impasible el punto de destino, ese que parece que nunca llegará. Miro por la ventana y solo hay oscuridad, hace mucho que dejamos de ver otras naves, estrellas o planetas cercanos. Nos dirigimos a un lugar del que no sabemos si volveremos, pero lo sabíamos al presentarnos voluntarios.
Cierro el diario, mientras la tripulación seguirá este misterioso camino.